Para los fans de la compañía de la manzana mordida, amantes de los aparatos, el cacharreo y estar a la última, entre los que me incluyo (mátame camión), es evidente que no deben/debemos estar muy contentos a consecuencia de los pasos dados últimamente por Apple.

Antes, si queríamos tener el último modelo de iPhone, año a año, pues lo comprábamos vendiendo previamente el anterior y listo. Ahora, no obstante, la cosa se complica ya que queremos tener el último iPhone (1.000 € mal contados), el último Apple Watch (otros 460 €), el último iPad, se llame Pro o como se le nombre (otros 1.000 € y si le añadimos los accesorios molones algo más), el MacBook Pro nuevo (2.000 €) y, o somos ricos (ya quisiera) o es imposible seguir este ritmo compulsivo; en este caso viene como anillo al dedo la expresión: “paren aquí que me bajo”.

Así las cosas, el usuario medio opta por ser más racional consigo mismo y con el saldo de su banco y decide compras más espaciadas en el tiempo pues de ese modo puede explicarle a su parienta con más seguridad para su integridad física la razón de las nuevas adopciones de aparatitos que entran en casa.

Ahora, con la presentación y puesta a la venta de los nuevos MacBook Pro existen pocos amantes de los productos de Apple que no quiera uno en sus vitrinas doradas del salón de su casa (el de color space Gray es para estar babeando a sus pies todo el santo día) aunque, probablemente, no los necesiten ni siquiera le den el resultado apetecible para el valor (ya os digo yo que muy alto) que cuestan y, claro está, surgen las voces chillonas en contra de Apple quizás no por su diseño o la rapidez de su disco duro tanto de escritura como de lectura o su capacidad de proceso (más acusado en los modelos de 15 pulgadas al ser de cuatro núcleos por los de dos en los modelos de 13 pulgadas), sino por la sencilla razón de que quisieran tenerlos pero su economía no se lo permite; que mala es Apple que únicamente quiere amasar dinero como el “Tío Gilito” y no ofrece sus “Ferraris” a precio de “Seitas”.

Por ello, me permito aconsejar a todos los cacharreros del mundo y parte del universo que seamos consecuentes; mientras nuestros iPhone (siendo un 6 o un 6s) sigan funcionando démosles rendimiento, agotémosles hasta que revienten (y no me refiero a que exploten como otros de la competencia). Si tenemos un iPad Air o Air 2 capaz de hacer las mismas cosas que un Pro no lo cambiemos cómo lo hacemos de camisa y si nuestro MacBook Pro de 2011 (esto si es autobiográfico) va lento, se atranca y arde cuando se inician a la vez el iMovie e iTunes pues dejémosle reposar unos minutos y sigamos con él, no lo tiremos a la basura como se tiran los zapatos viejos; os lo agradecerá el bolsillo pues un divorcio en casa es muy, muy caro.

Lo dicho: Apple, antes molabas cantidad.