Ayer nos hacíamos eco de la noticia del día: la GSMA, organizadora del Mobile World Congress, cancelaba el congreso por las bajas sucedidas durante toda la semana por empresas del sector debido al coronavirus.
Hasta aquí todo claro –esta es la versión oficial– pero creo que este tema merece una meditación más profunda. Las empresas, principalmente de fuera de China, decidían darse de baja una a una, teniendo su pequeño momento de gloria y apareciendo en los grandes medios mientras el Mobile se desvanecía con cada nuevo anuncio.
La primera que canceló su asistencia –y de las pocas que pudo valorar que había un riesgo real– fue LG, la coreana cancelaba su asistencia tanto a MWC como a ISE, que está ocurriendo en Amsterdam estos días.
Digo que veían un riesgo real porque era la que más se jugaba: primero perdería toda su inversión en ambas ferias y segundo, dudo mucho que esperasen un efecto en cadena y un desenlace como el ocurrido. Fue una decisión que se vería como noble, por no mover a sus trabajadores a un lugar altamente concurrido, y poco más.
Por supuesto, todas las empresas que finalmente se retiraron tenían algo en común, el odio hacia la expansión –prácticamente sin límites– que estaba ejerciendo China en sus segmentos, tanto en telefonía móvil como en redes.
A partir de aquí, todos los CEOs que decidieron si retirar la asistencia de su empresa del evento tenían dos opciones: podían fastidiar más aún a China –creando alarma social– bajo el pretexto noble de salvaguardar la seguridad de sus empleados, o podían mantenerse en el congreso pareciendo los malos de una película de la que no se intuía su final y –para mucha gente– mostrando interés nulo por sus empleados.
Estos mismos directivos también sabían que les darían una gran cobertura mediática–más que durante todo el congreso–, como los de Amazon o Facebook, que quedarían en un último plano si el MWC se hubiese celebrado con ellos.
Los CEOs comenzaron a tomar la decisión sencilla –la que no implicaba ningún riesgo– y la que, por intereses, podría hasta beneficiar a sus empresas. Cada nuevo anuncio sobre la no participación de una empresa en el MWC de este año hacía que fuera más sencilla la decisión y así se desarrollo un efecto mariposa con tragedia incluida.
Poco tenía que ver a estas alturas un coronavirus que no parecía muy complicado de evadir –la organización prohibió la entrada a viajeros de Wuhan y a chinos que no llevasen 14 días fuera del país– aunque sí un único virus que estaba asolando la feria y que no era otro que la desaparición de sus principales actores.
Algo hipócritas fueron las marcas que no suspendieron su asistencia a ISE pero sí al MWC, tal vez por cuestiones de tiempo, o por intereses. En cualquier caso, dicho evento se sigue celebrando con total normalidad, sin incidentes de momento y con participación de algunas de aquellas empresas «muy preocupadas por la salud y seguridad de sus trabajadores».
En España, como todo lo que tiene que ver con Cataluña, se teatralizó de forma simplista y los independentistas echaron la culpa a La Corona y sus relaciones, y las derechas a la criminalidad y, como no podía ser de otro modo, a los independentistas. Todos ellos, mientras se tiraban piedras, no se daban cuenta de que la realidad escapaba a su alcance.
Por lo menos, si algo sacamos en claro de todo esto es que Barcelona será de nuevo la anfitriona de evento el año que viene porque es, con o sin Coronavirus, la ciudad del ‘Mobile’.
Mi conclusión es que todo se resume a un «tengo miedo de tu miedo» y a una buena jugada para crear, también miedo, hacia China. Un país, en el que durante los últimos meses y al contrario del de el sol naciente, el sol no deja de ponerse.