La semana pasada una vez me enteré de la grata noticia de que los teléfonos de gama alta Lumia 930 podían actualizarse a Windows 10 Technical Preview. Con la ilusión de un niño con juguete nuevo y armándome de valor, probé a actualizar con el programa de Windows Insider y esta es mi historia, con pelos y señales, toda la historia del calvario y nefasta experiencia que sufrí.
Tras la decepción que supuso inicialmente la imposibilidad de actualizar a Windows 10 en el llamado por Microsoft “buque insignia” de la Compañía Lumia 930, y la incomprensión por este motivo de mi persona y por buena parte de los usuarios que disfrutaban de este dispositivo, una vez comenzaba a aperturar Microsoft la primera build de ese novedoso sistema operativo, el hecho de que ya fuera posible trastear con este nuevo y, a la vez, esperanzador Windows 10 que prometía la universalidad, me supuso sin disimulo una grata alegría, lo cual como comprenderéis deseaba como agua de mayo (bien traído este mes).
Al principio todo parecía ir como la seda: cuando toqué levemente con mi dedo la expresión “get build preview” en la app Windows Insider y a renglón seguido y sin solución de continuidad comenzó a descargar el paquete que serviría para actualizar, el corazón me latía a mil por hora (bueno, se me permite la exageración viniendo de la tierra en la que vivo, Sevilla) y, tras varios reinicios, cosa normal por otra parte, se mostró infalible la palabra NOKIA en la pantalla negra presagiando la mayor de las suertes.
¿La mayor de las suertes?, y un colín para mí pues se había quedado materialmente frito, achicharrado diría yo, móstrandose únicamente una pantalla de absoluta negrura con los símbolos de la batería en el extremo superior derecho y el de cobertura de móvil en su extremo superior izquierdo. Esto y nada más. Yo, como buen alumno aventajado fui golpeando con fuerza el táctil de la pantalla y al observar que nada sucedía, entré en pánico.
En ese instante recordé que pulsando el botón de power y el de volumen subir o bajar se tendría que reiniciar el aparato. Así se hizo y todo igual, vamos igual de mal.
Era evidente que ante esta contingencia no podía hacer otra cosa que bajar el sistema operativo a Windows 8.1, lo cual suponía que el móvil quedaría limpio de fábrica.
Me bajé en mi windows del despacho el programa Windows Recovery Tool, y tras múltiples intentos al fin conectó con el dispositivo y comenzó a descargar el ya probado Windows 8.
Una vez terminada la operación y ya el móvil limpito, intenté de nuevo volver a instalar Windows 10 pues pensaba que estando restaurado de fábrica nada podía fallar, que equivocado estaba (mi vocecita de mi escasa conciencia me decía que no volviera a intentarlo pero ya se sabe, el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra y, a decir verdad, la gran medalla al imbécil del año estaba vacante).
Mi segunda intentona para probar este nuevo Windows también resultó rana, como era previsible. Al llegar a casa actualicé y ésta vez se iniciaba pero con aplicaciones especialmente sensibles que crasheaban una vez abiertas: me refiero a la app de contactos, la de mail ni se abría siquiera, etc). Estando así las cosas se me ocurrió la brillante idea (a estas alturas estaba que me salía), de restablecer el equipo de fábrica de nuevo y, probablemente, los fallos iniciales quedarían embebidos en mi memoria, nuevo error.
Al reiniciarse tras el restablecimiento de fábrica, ésta vez, el móvil quedó con dos únicos tiles en la pantalla inicial (uno era el internet explorer y del otro no me acuerdo) y, lo que era aún más grave, la app de configuración no aparecía por ningún lado, lo cual hacía del todo imposible un mínimo manejo para solucionar este lastrado dispositivo. Quedaba de nuevo volver a Windows 8.
Cómo en mi casa únicamente tengo Mac, decidí crearme un Windows 7 por medio de Virtualbox. Dicho y hecho. Una vez en Windows 7 virtualizado me bajé el programa de Recovery y al conectar el teléfono al ordenador nada sucedía (debían ser los driver del teléfono que no los tenía ni tampoco sabía cómo hacerme con ellos). Era evidente que la impronta de la Ley de Murphy que dice que si la cosa puede ir mal, irá a peor se estaba cumpliendo con una exactitud digna de un matemático insigne.
Asqueado, desilusionado, y hasta cierto punto malhumorado, decidí llegarme al despacho el domingo para finalizar la tarea pues habiéndolo intentado cien veces, al menos, con el sistema virtualizado de Windows sin ningún éxito, no estaba entre mis nuevas ocurrencias volver a hacerlo una ciento una ava vez.
Allí en mi despacho, por fin, pude dowgradear mi Lumia a Windows 8.1 y todo funcionaba a la perfección. Al respirar tranquilo y con la mente ésta vez fría, me acordé de ciertos dirigentes de Microsoft y de sus benditas madres, que culpa tendrían ellas, jurando, además de en Hebreo, en nunca nunca nunca instalar una build de móvil, sobre todo si proviene de Microsoft.